
Parece que acabaremos sustituyendo el plato de ducha por bañera, otra vez. Ya se ve en muchos centro deportivos donde en el vestuario se ven pequeñas bañeras para sumergirse después del entrenamiento.
La exposición al frío y los baños de agua fría están de moda desde hace un tiempo ¿Qué sabemos hasta ahora? ¿Es conveniente todos los días? ¿En cualquier momento del día? ¿Después del entrenamiento?
Como cualquier medida hormética, la exposición al frío tiene efectos positivos. Nuestros ancestros se veían obligados a pasar frío en muchas ocasiones, pero siempre de manera puntual y no lo buscaban de forma activa.
Cuando se realiza de manera puntual el organismo sufre estrés, con elevación después de los niveles de cortisol. Posteriormente, se produce un efecto relajación, que puede tener efectos sobre la tensión arterial, el sistema inmunitario y la sensación de bienestar, entre otros. En resumen, estas rápidas inmersiones producen principalmente una descarga de adrenalina, cortisol y dopamina.
Esto no quiere decir que constantemente tengamos que echarnos un cubo de hielo por encima para fabricar estas respuestas. Al igual que el ejercicio, la exposición solar, el hambre o el comer, también se ha de contextualizar y realizar en momentos convenientes.
A nivel deportivo se está aplicando por sus supuestos beneficios. Algunos de ellos:
- Estimula la quema de grasa elevando la adiponectina.
- Incremento de las concentraciones de piruvato y lactato con efectos sobre la inflamación.
- Potenciación de la sensibilidad a la insulina.
- Elena niveles de noradrenalina, dopamina y betaendorfinas mejorando la vigilia y la atención.
- Activación del metabolismo para generar calor.
Por otro lado, no todo es positivo parece ser:
- Atenúa la hipertrofia muscular.
- Minimiza y retrasa el aumento de testosterona después del entrenamiento de fuerza.
- No acelera la recuperación tras el ejercicio aeróbico moderado.
- No mejora las adaptaciones del ejercicio de alta intensidad.
Lo más adecuado es que la adaptación al frío se haga de manera progresiva. Nada en agua helada no es práctico para muchos. Acostumbrarse a las duchas en agua fría es viable en la mayor parte de la población.
Ahora bien, ojo con los cambios de temperatura bruscos y la exposición al frío de manera puntual. Genera también un estrés y se ha de adecuar al contexto
Lo que seguro tiene beneficios es el incremento de la tolerancia a la baja temperatura. Nada de esto significa que zambullirse vigorosamente en una piscina de agua fría una vez al día tenga efecto. El temblor parece ser necesario y suficiente para mediar los efectos metabólicos y celulares del frío.
Como todas las modas, estamos en la parte del ciclo en la cual esta costumbre es mainstream.
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