Nos enfermamos porque nuestros cuerpos hacen aquello para lo que han sido configurados en situaciones a las que no están adaptados.

Las personas que en su mayoría son sedentarios (casi todos nosotros), tienden a tener la espalda débil e inflexible por la falta de movilidad y carga adecuada a su capacidad.

Es más probable, por tanto, que experimentemos distensiones musculares, articulaciones estresadas o dolor si sometemos la espalda a movimientos o actividades inusuales ya que no está preparada para ello. Lo mismo ocurre cuando les exigimos una capacidad de soportar trabajo para la cual no se han adaptado.

Las personas con dolor de espalda tienden a tener un porcentaje más bajo de fibras musculares de contracción lenta (con gran capacidad de optimizar la energía), su espalda se fatiga más rápido y tienen menor fuerza muscular, menor flexibilidad en cadera y columna y patrones de movimiento más anormales.

Una espalda normal no necesita ser «mimada» por las sillas, sino que debe ser usada activamente con diversos grados de intensidad durante todo el día, incluso durante el sueño.

Gracias a las cómodas sillas, así como a los carritos de la compra, las maletas con ruedas, los elevadores y miles de otros dispositivos que ahorran trabajo estamos «liberados» de sobrecargar nuestras espaldas y sufrimos de espaldas débiles e inflexibles.

Llega el ¡bang!

Un día te agachas para recoger una bolsa, te duermes en una posición incómoda o te caes en la calle y, ¡vaya! Se queja la espalda. Una visita a urgencias médicas dará como resultado un diagnóstico de dolor de espalda inespecífico y una prescripción de analgésicos. Al principio puede ser útil para bajar el dolor, pero hay que llegar más allá.

El problema es que una vez que comienza el dolor lumbar, a menudo se produce un círculo vicioso. Un instinto natural es reposar completamente y evitar actividades que estresen la espalda.

Sin embargo, esto solo debilita más los músculos, haciéndolo más vulnerable a otra lesión. Debemos adaptarnos para intentar hacer las actividades que nos permita el dolor y empezar a plantearnos fortalecer no sólo la espalda, sino músculos y mejorar la movilidad de otras articulaciones.

Un primer paso

Puedes empezar por coger la costumbre de ponerte en cuclillas o sentarte en el suelo. Incluso en un taburete, que requiere un mayor control postural de una variedad de músculos de la espalda y el abdomen, lo que ayuda a mantener su fuerza. En general evitar posturas mantenidas e ir variando las posturas.

A partir de ahí, tomar conciencia y poner a tono nuestra musculatura.