La idea de tomar una pastilla (o pastillas) para absorber los beneficios del ejercicio en ausencia de movimiento físico y gasto energético tiene un atractivo masivo para muchas personas que, por diversas razones, no realizan suficiente actividad física.

Pero, ¿es una pastilla para hacer ejercicio algo objetivo, realista o deseable? 

El entrenamiento provoca perturbaciones en numerosas células, tejidos y órganos; y es la multiplicidad y complejidad de estas respuestas y adaptaciones lo que hace que sea altamente improbable que un solo enfoque farmacológico pueda imitar efectos de tan amplio alcance.

Los compuestos farmacológicos que pretenden ser ‘miméticos del ejercicio’ activan sólo un número limitado de redes metabólicas sin abordar impactos en otros sistemas de órganos afectados por el entrenamiento. 

Esta es una noción espuria que ignora la complejidad y variabilidad tanto de la adaptación humana (por ejemplo, los que responden alto versus los que responden poco) como también la ciencia que sustenta la prescripción de ejercicio para optimizar el beneficio. 

Las complejas interacciones espaciales y temporales entre los diversos elementos que se combinan para producir la respuesta integrada a un desafío de ejercicio (Bassel‐Duby & Olson, 2006 ) hacen que sea muy improbable que alguna vez exista un único regulador putativo que impulse cualquier fenotipo de ejercicio. 

De hecho, una característica común de los llamados «reguladores maestros» del metabolismo (por ejemplo,PGC-1α) es que son muy versátiles e interactúan con muchos factores de transcripción diferentes para activar distintas rutas biológicas en diferentes tejidos. 

El descubrimiento de la «interferencia» de los músculos con múltiples órganos, incluido el tejido adiposo, el hígado, el páncreas, los huesos y el cerebro, ha proporcionado a los biólogos del ejercicio un marco mecanicista para comprender cómo el ejercicio media muchos de sus efectos. 

Las bases para la adaptación inducida por el ejercicio son períodos episódicos de sobrecarga metabólica, seguidos de un descanso/recuperación adecuado para la restauración de los sustratos musculares, la reparación muscular y la regeneración necesaria para que se produzca cualquier adaptación. 

No conocemos ninguna evidencia de que los compuestos farmacológicos puedan imitar tales efectos, aunque teóricamente puede ser posible hacerlo. La variabilidad observada entre humanos en respuesta a cualquier fármaco, junto con la consideración de la dosis o dosis óptimas requeridas para mantener la activación/represión de las vías bioquímicas específicas, hacen que la prescripción a largo plazo de una píldora de ejercicio/mimético sea problemática y desafiante, tal como lo hace para los enfoques farmacológicos existentes.

Una característica común de las respuestas cardiovasculares al ejercicio es la detección de señales relacionadas con el movimiento, como el movimiento de la sangre (esfuerzo de cizallamiento) y la presión en el corazón y las arterias (presión transmural). Estas señales hemodinámicas transducen la adaptación aguda y crónica. La redundancia y la regulación compensatoria son características clave de estos sistemas biológicos que actúan para preservar la homeostasis fisiológica.

¿Por qué no tratar simplemente cada factor de riesgo con un fármaco? ¿O mejor aún, desarrollar una combinación de medicamentos (polipíldora farmacéutica) para realizar el trabajo?¿No se está haciendo eso ya actualmente?

Una polipíldora de este tipo incluiría compuestos que reduzcan el colesterol en sangre, la presión arterial, sean antitrombóticos, amortigüen las respuestas autonómicas y reduzcan la concentración de glucosa en sangre. El argumento a favor de una polipíldora de este tipo es que en grandes ensayos clínicos aleatorios, dosis bajas de muchos medicamentos de estas clases tienen efectos secundarios mínimos, pero cuando se administran juntos actuarían sinérgicamente para reducir la mortalidad por enfermedades cardiovasculares.

Una polipíldora de este tipo también activaría muchos de los factores y mecanismos protectores (tanto tradicionales como no tradicionales) implicados por el ejercicio (Fiuza‐Luces et al . 2013 ), siendo la biogénesis mitocondrial del músculo esquelético una excepción obvia a esta afirmación. 

¿Y los efectos psicológicos relacionados con el estado de ánimo y la autonomía? No se tienen en cuenta. 

Estos miméticos presentan una perspectiva estrecha en la lucha contra la epidemia de inactividad e ignoran las complejas respuestas adaptativas asociadas con muchas formas de ejercicio en múltiples sistemas de órganos. En el mejor de los casos, podrían representar una imitación muy parcial del ejercicio.

Hawley JA, Joyner MJ, Green DJ. Mimicking exercise: what matters most and where to next? J Physiol. 2021 Feb;599(3):791-802. doi: 10.1113/JP278761. Epub 2020 Jan 14. PMID: 31749163; PMCID: PMC7891316.