
La baja disponibilidad de energía puede ocurrir de manera involuntaria, especialmente cuando el volumen de entrenamiento aumenta y la nutrición no sigue el ritmo. Pero las restricciones intencionales, como reducir la ingesta de calorías para cumplir con los objetivos de composición corporal o alcanzar el peso objetivo, también pueden contribuir a la baja disponibilidad de energía.
Esta baja disponibilidad de energía no solo afecta la salud física, sino que también te hace más lento. También hay más probabilidades de enfermarse o sufrir una lesión (las lesiones por estrés óseo son frecuentes y 2 a 4 veces más altas entre hombres y mujeres con baja disponibilidad de energía autoinformada).
En deportistas, la baja disponibilidad de energía puede provocar fatiga acumulada u otras alteraciones fisiológicas que requieren más que unos pocos días de nutrición óptima para resolverse por completo.
La pregunta es: «¿Cuánto tiempo?» Y la respuesta, lamentablemente, es: “No lo sabemos”.
El cuerpo se adapta a un déficit de energía conservando el glucógeno y recurriendo en mayor medida a las reservas de grasa. Sin embargo, a pesar de estas adaptaciones, el cambio del cuerpo hacia la utilización de la grasa no es suficiente para mantener el rendimiento deportivo.
Te conviertes en mejor “quemador de grasa”, pero esto no conduce a un mejor rendimiento; de hecho, el rendimiento empeora.
Los niveles de glucógeno muscular se mantienen sin cambios. Esto sorprende, ya que la ingesta reducida de carbohidratos suele provocar un agotamiento del glucógeno, lo que a menudo limita el ejercicio de alta intensidad.
Además, la capacidad mitocondrial, medida a través de actividades enzimáticas como la citrato sintasa y la fosfofructoquinasa, no se ve afectada por la baja disponibilidad de energía , lo que indica que la función oxidativa muscular no se ve afectada. Las deficiencias en el rendimiento observadas no se deben a una menor disponibilidad de glucógeno ni a una disfunción mitocondrial, sino quizás a otros factores como desequilibrios hormonales o fatiga central.
Puede existir una pérdida de peso corporal, aunque no se traduce en una mejora en el rendimiento, lo que pone de relieve que la pérdida de peso, especialmente la que afecta a los músculos, puede ser perjudicial en lugar de beneficiosa en el contexto de los deportes de resistencia.
¿Podría ser que el cerebro preserve el cuerpo durante los períodos percibidos de baja disponibilidad de energía?
Si planeas entrar en un déficit de energía, ya sea para perder peso o por otro motivo, considera programarlo durante una fase de entrenamiento de menor intensidad. El reabastecimiento de combustible es crucial, pero no es una solución instantánea.
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