Dejemos de tratar de demostrar que estamos en forma y empecemos a hacer lo correcto para estar robustos, saludables y equilibrados en la faceta física y mental. 

La necesidad de probarse a uno mismo de forma constante proviene de la inseguridad. Terminar exhausto cada sesión. Sudar como helado al sol porque sino no sientes que has entrenado como Dios manda. Es una falta de confianza en el plan y el proceso. O básicamente que no hay plan, simplemente ir al día. 

Cuando abordas el entrenamiento de esta manera, has cambiado el objetivo. Ya no se trata de prepararte para el día de competición o mejorar tu cuerpo y mente en general, sino de alimentar tu necesidad de saber que estás listo. 

Para cuando llega el día de la verdad, es probable que haya sucedido una de dos cosas:

  • Desperdiciamos nuestras balas entrenando y estamos agotados física y emocionalmente (y concluimos que no hemos hecho lo suficiente).
  • Lo dimos todo en los entrenamientos y la mente recibió el mensaje que quería («estás en forma»). El problema es que inconscientemente sientes que lograste tu objetivo. La competición pasa al segundo plano, porque en realidad nunca fue el verdadero objetivo, sino demostrarse a uno mismo que está en forma. 

Para una buena forma física y, salud general, la fórmula es sencilla: mucho fácil; ocasionalmente duro; y muy pocas veces extremadamente intenso.