
Los avances técnicos del último siglo han alterado nuestras vidas en tal medida que las ricas experiencias físicas y los retos de nuestros entornos diarios se han deteriorado junto con nuestros cuerpos físicos.
El entorno crea movimiento humano natural. Esa es la razón de que, sin importar el clima, la cultura o la raza, el desarrollo de un bebé durante los primeros 21 meses de vida siga el mismo camino, siempre que coma, duerma y no sufra ningún dolor o restricción.
La cultura es lo que elimina e impone restricciones o libertades que cambian el movimiento —a veces, para mejor y otras, en nuestro detrimento一.
Hemos dejado de adaptarnos al entorno y, en vez de eso, hemos adaptado el entorno para que se ajuste a nuestras necesidades. En su mayor parte, esto no ha sido bueno para el entorno… ni para nosotros.
Esa cultura pretende hacernos creer que nuestra salud y forma física fallan como consecuencia de un entorno duro y estresante, sin cuestionar si la salud y la forma física que tenemos llegan siquiera a los estándares mínimos en el mundo.
Nuestra cultura sigue creando una percepción falsa, mientras baja el listón para que todo el mundo participe en actividades físicas sin brindar herramientas que determinen si las personas poseen las capacidades necesarias para tener éxito. Al bajar los estándares de acceso a las fuerzas militares los deportes y demás actividades físicas, estamos dejando que más gente se siente a una mesa e ingiera una comida rica en «nutrientes de movimiento» demasiado fuertes para su estómago.
En esta cultura moderna en la que no estamos obligados a ser activos, mucha gente elige participar en una sola actividad —ya sea levantamiento de pesas, yoga, ciclismo, correr o algún deporte de equipo— para hacer ejercicio y mejorar así su salud o su rendimiento. No realizan actividades seleccionadas para ellos en función de ninguna medición cualitativa; simplemente eligen su deporte o su actividad física según lo que perciben como útil o eficaz. Dan por sentado que están lo bastante sanos para participar, sin pensar demasiado en la cantidad de peso a levantar, la distancia a correr o el tiempo de juego.
Hoy día, nuestros entornos exigen tan poco esfuerzo y es tan raro que forcemos los umbrales del rendimiento, que podemos manejarnos durante décadas con una salud y una forma física defectuosas.
Todos conocemos a unas cuantas personas que están objetivamente «en forma» y tienen gran «destreza», pero también muestran un estado cuestionable de salud, patrones de movimiento disfuncionales y lesiones persistentes que no se solucionan fortaleciendo las zonas que ya tienen un estado aceptable.
En lugar de mirar lo que hacen igual todos los deportistas exitosos y longevos, es más importante fijarse en lo que todos evitan.
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