
Si tienes un exceso de estímulos «negativos» (aquellos que se perciben como peligrosos, por ejemplo baja glucosa, frío…) tu cuerpo reacciona de forma diferente (se activan distintas hormonas) que si hay muy pocos.
Lo que quiere siempre el cuerpo es sobrevivir y su principal objetivo es mantener dicha homeostasis (capacidad de mantener una condición interna estable).
Si hay muchos estímulos «negativos» la carga fisiológica (estrés) es mayor, es decir, hay muchos fuegos que apagar y la energía limitada del cuerpo debe repartirse más, llegando en algunos casos a no cubrir todas las necesidades. Esto incluye los requerimientos físicos y mentales.
Si estás hambriento, cansado, y tienes frío es mucho más difícil correr 1 km, tener paciencia y hasta hacer cálculos matemáticos sencillos que harías normalmente con facilidad. Es todo una cuestión de energía.
¿Cómo utilizamos el concepto de carga fisiológica en nuestra vida?
Lo obvio a veces no lo es tanto: lo que es medicina para unos es veneno para otros. Todos tenemos que hacer acopio de nuestro estrés total o carga fisiológica, y a partir de ahí tomar las decisiones que sean mejor para nosotros. Si bien el estrés puede tener un efecto positivo por las adaptaciones que conlleva (por ejemplo: baños de agua fría), esto no va a ser igual para todos, sobre todo cuando se hace de forma indiscriminada sin ponernos en situación de contexto.
Más no es mejor. Ni apuntar a tu abuela al estudio de spinning ni tampoco buscar una vida cómoda en todos los aspectos. Nuestros genes ancestrales siempre han estado expuestos a tensiones y estímulos, que alternaban con momentos de ausencia de estrés.
Hagamos ayunos inteligentes, no intermitentes, baños fríos… ¡o termales! Depende, ¿no?
Recuerda, el concepto de «carga fisiológica» es muy bueno, y va de la mano de otro que también es clave: escucha a tu cuerpo.
¿Tienes dudas de cómo gestionar todas estas estrategias en tu caso? ¡No dudes en consultarnos!
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